martes, 14 de noviembre de 2017

Crepúsculo Eviterno y Elegías de Añoranza



Poemarios como este de Pedro Blanco son los que hacen que nuestro corazón lata en el pecho: la inmensa pena que un padre siente ante la pérdida de su hijo es comunicada con todo el lirismo que podemos imaginar.
Entre sus versos doloridos podemos rastrear la influencia de poetas como Miguel Hernández, Santa Teresa o San Juan, en una muestra de respeto hacia los clásicos y modernos engarzando un discurso profundo, humano y sensible; en un intento de diálogo consigo mismo y superación del dolor, el poeta se sumerge en una soledad que parece insuperable.
Es un libro directo y sin carga retórica gratuita. El dolor se transmite y se recoge como lector. El autor se esfuerza en lograr algo que consigue: rescatar y mantener la memoria de su hijo.
¡Ah, vanidad de los vivos!
¡Ah, soledad de los muertos!

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